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Por Alicia Barrios
Enviada especial a El Vaticano

José María del Corral, director de la Fundación Pontificia, en la misma sintonía que Jorge Bergoglio, es un militante de esta causa desde hace veinte años. Es quien desarrolló la puesta en marcha, la lucha por seguir adelante. Puso el cuerpo. Le apuntaron. Lo quisieron hacer desaparecer de la faz de la tierra. Bien no la pasó. Un maestro. Eso es. Una persona que dio una lección cotidiana. Seguir adelante, no bajar los brazos. Recuperarse.

Tener un amigo Papa, como Francisco, es una bendición, un milagro, pero viene con sufrimiento. Cuando Francisco se sentó a presidir la misa del aula que lo esperaba con el testimonio de jóvenes de Roma, Emiratos Árabes, Colombia, Brasil, Paraguay, Argentina, fue presentado por Del Corral con una frase: "Unimos jóvenes. Hicimos eso que nos enseñaste".

Detrás de cada uno de ellos hay una historia de discriminación, exclusión, bullying, suicidio, locura, muerte. Es el mundo que les toca. Verlos reír, cantar, bailar, conocerse entre sí, al principio con desconfianza y después despedirse emocionados, reclinados unos sobre los hombros de los otros hasta la próxima vez, es cosa de Dios.

Francisco tomó la palabra y agradeció estas cosas que hacen bien y rompió el hielo: "Así como nos haría bien un poco de aire acondicionado". Hacía mucho calor y el aula explotó en una carcajada. Se refirió a la sociedad que agrede, ningunea y no incluye. Habló de dar la mano y reconocer que ninguna persona es no. Todo es sí, un sí para ellos y para los demás. Todas las personas tienen sentido, entender esto ayuda a darse cuenta de que uno tiene sentido.

La exclusión cierra la mano, la mente y el corazón. La educación, cada vez con menos presupuesto, se acorta y quedan tantos, pero tantos chicos afuera. Hay que usar los tres lenguajes, el de la mano, el del corazón y el de la mente. Cada uno tiene que encontrar su riqueza porque cada uno tiene un sentido.

Una vida que no se comparte es para el museo. No creo que ustedes quieran terminar así. Bergoglio dio una clase breve, magistral. Estuvo locuaz, divertido. La música de "La Strada "(La Calle), de Federico Fellini, acompañó el encuentro. Es su película favorita. Con la misma humildad que llegó, se fue. Todos quedaron alegres de Evangelio.